El Espíritu Santo aviva la solidaridad en nuestros corazones: celebración de Pentecostés y acción de gracias
Con alegría y esperanza nos reunimos este domingo 28 de mayo, día de Pentecostés, para agradecer al Dios de la Vida y la Amistad el haber suscitado un fuerte espíritu solidario en cada uno de los miembros de la gran red que formamos en hermanamiento con las familias damnificadas por las lluvias y deslizamientos en nuestra ciudad y en diferentes lugares del norte del país. Cada muestra de ayuda solidaria ha puesto de manifiesto -en esta dolorosa etapa- que en cada una de las personas solidarias palpita un corazón valiente y compasivo para con quienes necesitan cuidado y ayuda.
Un gran deseo de solidaridad y hermanamiento en la ciudad de Lima, en el Perú y en todo el mundo.
El obispo de Lima hizo eco de las palabras del Papa Francisco, afirmando que una de las características del Espíritu Santo es ser también un Espíritu suscitador, «es el que sopla sobre sus discípulos y efunde, es decir, nos vuelve efusivos, sensibles y capaces de actuar generosamente”.
Muestra de esto, fue la gran labor de las lideresas de las ollas comunes y comedores parroquiales, que ya venían desafiadas por la amorosa tarea comunitaria de dar alimento a los más pobres de nuestra capital, en tiempos de emergencia tuvieron que “ensanchar” aún más su corazón solidario y compasivo para atender a las familias más afectadas por los huaicos e inundaciones. Dentro de su propia necesidad, salieron a ofrecer su ayuda multiplicando los panes y las raciones de alimento para compartirlas con quienes lo perdieron todo, incluso la posibilidad de trabajar temporalmente.
«Ellas, inspiradas, han logrado darnos un mensaje de fondo, porque han testimoniado al Espíritu Santo y se han dejado llevar, a veces, sin darse cuenta. Solamente cuando alguien actúa, puede ser testigo del Espíritu», afirmó Monseñor Carlos Castillo en su homilía.
Para representar simbólicamente la red de hermanamiento, en el momento de la ofrenda se formó una cadena solidaria, conformada por cada uno de los eslabones que hacen posible el trabajo de Cáritas Lima. Madres de ollas comunes, agentes pastorales, voluntarios, empresarios, Cáritas hermanas, colegios, universidades, hermandades y familias donantes estuvieron presentes trasladando los alimentos hacia el altar, en un gesto de fraternidad y con la esperanza de mantener viva la llama de la unión y la solidaridad.
“Si estamos reunidos, ahora, aquí, es para salir después a servir, para hacer algo más grande, de acuerdo a lo que el Espíritu nos vaya inspirando”, señaló el arzobispo de Lima.
“El Espíritu Santo suscita en nosotros acciones serviciales, capaces de imaginar juntos nuestro Perú y nuestro mundo unido”.
El gran impacto de la campaña “Llamado urgente de solidaridad” para llevar ayuda a nuestros hermanos y hermanas damnificados en todo el país, fue posible únicamente gracias a que el Espíritu de Dios avivó los corazones de la comunidad de nuestra querida Lima y alentó la formación de esta red de solidaridad y hermanamiento, en la que todos llegamos a formar un solo cuerpo.
Las comunidades parroquiales de toda Lima desempeñaron un papel fundamental en esta cadena de solidaridad. A través del liderazgo de sus párrocos y laicos comprometidos como agentes pastorales animaron a sus respectivas comunidades a responder ante la emergencia mediante la donación de alimentos. Tanto aquellas parroquias que enfrentan diversas necesidades como aquellas con mayores recursos se convirtieron en centros de acopio y fortalecieron el vínculo con Cáritas Lima para el recojo y entrega directa de ayuda.
A esta red de solidaridad se unieron 96 hombres y mujeres voluntarios, formada por estudiantes, trabajadores, jóvenes, adultos mayores, hermandades como la del Señor de los Milagros, y congregaciones religiosas (entre ellas la comunidad jesuita) ofrecieron más de 300 horas de servicio en las instalaciones de Cáritas Lima movidos por la preocupación y el amor hacia sus hermanos y hermanas que clamaron ayuda. Su entrega desinteresada fue un regalo valioso para quienes más lo necesitaban.
Y a la red se sumaron las comunidades educativas de colegios católicos y la Pontificia Universidad Católica del Perú. Estas se convirtieron en espacios de encuentro a través del acopio de alimentos de primera necesidad y la donación de los trabajadores de una parte de sus remuneraciones. Todo ello se convirtió en un mensaje de amor fraterno. Que podamos, juntos, regenerar nuestra sociedad y ser testimonio vivo del amor de Cristo en nuestra sociedad.
A la par, con claro sentido de responsabilidad social y hermanamiento la empresa privada se unió a la red solidaria. Así, la plana gerencial y los trabajadores de empresas y medios de comunicación impulsaron la campaña por la solidaridad y el hermanamiento llamando a la donación de alimentos de primera necesidad, así como bienes destinados al cuidado de la vida y la salud como purificadores de agua y sueros hidratantes que hoy por hoy están necesitando nuestros hermanos afectados por el dengue. Que la generosidad de estas empresas inspire en nosotros el deseo de compartir vida y transformar las condiciones adversas que la hacen menos humana, sobre todo en tiempos difíciles.
A los eslabones indicados, se une otro que es antiguo compañero de camino, nos referimos a los “erogantes” del programa VIVE LA ALEGRÍA DE DAR. Son personas que discreta, anónima y permanentemente contribuyen con el sostenimiento de las ollas comunes y comedores populares movidos por el espíritu compasivo que los anima a acudir en ayuda de los “pequeños del Reino”. Nuestros erogantes así como nuestros donantes “de a pie” sumaron significativamente a la provisión de alimentos y medios a nuestros hermanos, para superar esta crisis. Que su testimonio de generosidad y servicio nos inspire a cada uno de nosotros a comprometernos con la construcción de una sociedad más justa y solidaria.
Finalmente, una mención a la red de Cáritas hermanas que se vio fortalecida en la gestión de donaciones y la llegada de ayuda a las comunidades más afectadas. Nuestras Cáritas Perú, Cáritas Trujillo, Cáritas Chiclayo, Cáritas Carabayllo, Cáritas Chosica, Cáritas Chulucanas y nuestra querida Cáritas Lima con el soporte del Arzobispado de Lima, nos han mostrado que es posible canalizar la generosidad de cientos de personas y ayudar a decenas de miles de hermanas y hermanos en situación de dolor y desesperanza. La confianza que fue depositada en Cáritas Lima avivó la determinación para llegar más allá de las “fronteras de la ciudad de Lima” y llegar a los hogares en los que la necesidad de alimentos y ayuda fueron apremiantes.
“Que Dios las bendiga, hermanas de las ollas comunes. Gracias por sus iniciativas, por enseñarnos ese camino. Gracias a nuestras Cáritas Lima y a las Cáritas hermanas que han trabajado hondamente en esta red solidaria. A los colegios, a los empresarios, a las comunidades, a las hermandades, a las voluntarias, a las parroquias de Lima que se han asociado vivamente en todo este camino.” – Monseñor Carlos Castillo
El Espíritu Santo nos «convoca a salir de los encerramientos» y nos envuelve con una «fuerza que emerge y contagia todas las relaciones humanas».
En el cierre de esta etapa de atención a la emergencia, nos reunimos para dar gracias a Dios, Padre Bueno, por permitirnos tejer esta red de solidaridad; por habernos permitido caminar juntos superando toda diferencia. Al mismo tiempo, nos disponemos a relanzar la campaña contra el hambre que afecta particularmente a niños y adultos mayores. Para ello, le pedimos al Señor que su Espíritu ilumine nuestros corazones y nuestra inteligencia para encarar este desafío que forma parte de la tarea mayor: acabar con la desigualdad y la exclusión que continúa sumiendo en la pobreza, en la enfermedad y el abandono a millones de hermanas y hermanos. Y le pedimos que seamos capaces de hacer prevalecer la vida digna, trabajando y caminando juntos en el amor de Dios.